Un artículo de Paco Gómez Escribano y Gregori Dolz
Lo sentimos, pero alguien lo tiene que decir. Etiquetar de negra cualquier novela que incluye un muerto se nos ha ido de madre. No, no y no. No porque haya un muerto y la investigación de un asesinato una novela es negra, por favor. Ya basta de tanta frivolidad, hay que poner un límite a esta aberración.
Estamos engañando a los lectores y nos estamos auto engañando.
Vamos a ser muy claros: no todo lo que se publica en Alrevés es novela negra. No. También se publican thrillers (por poner solo un ejemplo), que no son novela negra, y novelas que pertenecen a otros géneros y subgéneros, esa es la realidad, y orgullosos estamos de ello.
La definición de novela negra es compleja y discutible, debatible y hasta impugnable, un tinglado…, digamos…, turbio. No obstante, existen ensayos y estudios no solo para hacerse una idea, sino para terminar por convertirse en un experto si uno lee no todos, pero sí unos cuantos. Bien es cierto que la mayoría están escritos por extranjeros y no traducidos al español.
Ahora bien, los géneros y las clasificaciones existen y, por tanto, lo que es novela negra y lo que no lo es también está muy claro para quien quiera documentarse un poco. Decir, como se ha escuchado muchas veces en mesas redondas de festivales de novela negra, que los géneros no existen o que solo son etiquetas para que los libreros coloquen los libros en los anaqueles de las estanterías es despreciar el trabajo de décadas de filólogos o catedráticos de semiótica. Y no lo decimos solo nosotros. Ya dijo algo muy parecido José F. Colmeiro (Licenciado en Filología inglesa por la Universidad de Salamanca, máster en Literatura comparada por la State University of New York at Stony Brook y doctor en Lenguas hispánicas por Berkeley, para más señas) en su ensayo «La novela policíaca española: teoría e historia crítica». Ah ¿qué no lo conocen? ¿Por qué será que no nos extraña? Porque esa es otra: toda la teoría escrita en español sobre el tema ha sido tradicionalmente publicada por editoriales menores ya desaparecidas o servicios de publicaciones de universidades y hoy en día esos libros son casi imposibles de conseguir a no ser que se haga una investigación detectivesca por tiendas de segunda mano.
Si los géneros no existen, ¿qué hacemos con los estudios de Howard Haycraft, Michael Holquist, Landrum, Symons, Todorov, Vázquez de Parga, Javier Coma o el propio Loureiro? ¿Qué hacemos con ensayos como «A quemarropa», de Jordi Canal y Àlex Martín, publicado, por cierto, por Alrevés? ¿Eran imbéciles Platón y Aristóteles cuando hicieron la ya famosa clasificación literaria de las obras en las tres categorías fundamentales de Lírica, Épica y Drama? No seamos ridículos.
Quedan dos años para que se cumplan cien de la publicación en Black Mask del primer relato de un private eye hard boiled a cargo de Carroll John Daly. A ver quién se acordará y qué eventos se celebrarán aquí en esta España nuestra.
Es cierto que en España la novela negra no existió hasta la llegada de la democracia, quitando algunas excepciones como Manuel de Pedrolo, censurado hasta la saciedad y con el estigma de escribir en catalán, algo que al caudillo por la gracia de Dios le producía urticaria. Tampoco lo decimos nosotros solo, lo dijeron Montalbán, Vázquez de Parga o Paco Ignacio Taibo II. Pero no podemos obviar su nacimiento, eclosión y proliferación extramuros de la piel de toro solo porque unos tipos decidieron dar un golpe de estado, tomar a la fuerza el poder a través de una guerra civil y sumirnos en cuarenta años de oscurantismo.
De todas formas, no es necesaria una definición para saber qué no es novela de género. No hay que ser un experto teórico para hacer tal distinción, aunque quizás sí un experto lector, por lo menos eso.
Y no pasa nada porque existan los thrillers, novelas policíacas, o novelas enigma. Son necesarias y seguramente tienen mucho más público que la novela negra, y sabemos de buenas fuentes que venden más. Esto quizás sea por la estructuración del cerebro humano, que se engancha más a historias que siguen la pauta aristotélica de planteamiento, nudo y desenlace que la novela negra no siempre sigue; que gusta más de la supresión de la realidad ordinaria, la llamada a la aventura del héroe y el restablecimiento de un orden, algo que la novela negra no hace. Si a esto añadimos la contraposición del héroe de la novela enigma con el antihéroe de la novela negra, podemos decir sin miedo a equivocarnos que ambos subgéneros tienen posturas contrarias e irreconciliables. Lo que no quita que puedan convivir y ocupar cada uno su espacio. Ahora bien, no todo es novela de género.
Y lo que más nos exaspera, es que todo el mundo sabe perfectamente de lo que hablamos, pero o hacemos la vista gorda o sencillamente nos resignamos.
Hagamos todos un esfuerzo: escritores, editores, agentes literarios, comisarios, libreros, periodistas… todos. Vamos a llamar las cosas por su nombre y nos haremos un favor.
Un último matiz muy importante. Los festivales de novela negra, tan prolíficos y necesarios, deben incluir también el thriller y el policíaco clásico, así como la novela enigma y lo que haga falta, claro que sí, pero nos debemos a nosotros mismos saber diferenciar los géneros, saber distinguir los matices.